En aquellos días, el Señor dirigió a Abrán, en una visión, la siguiente palabra:
«No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante». Abrán contestó: «Señor Dios, ¿qué me vas a dar si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi casa?». Abrán añadió: «No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará».
Pero el Señor le dirigió esta palabra: «No te heredará ese, sino que uno salido de tus entrañas será tu heredero».
Luego lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia.
El Señor visitó a Sara, como había dicho. El Señor cumplió con Sara lo que le había prometido. Sara concibió y dio a Abrahán un hijo en su vejez, en el plazo que Dios le había anunciado. Abrahán llamó Isaac al hijo que le había nacido, el que le había dado Sara.
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